La chef francesa seduce desde San Francisco con su culinaria poética. Los prestigiosos premios The World's Best se han fijado en ella para otorgarle en 2016 el galarón a mejor cocinera del mundo, sucediendo a grandísimas chefs como Hélène Darroze (2015), Helena Rizzo (2014) o Nadia Santini (2013).
Dominique Crenn ha vivido la alta cocina francesa casi desde su nacimiento. Cuando era muy joven, creciendo en Versalles y París, le encantaba visitar restaurantes de prestigio con su padre político. El acceso temprano a las grandes complejidades gastronómicas de su país, combinado con las habilidades culinarias de su madre, de perfil casero y rural, inculcó en Dominique su afición a la cocina francesa en todas sus vertientes.
Pero a Crenn le gusta hacer las cosas a su manera. En lugar, por ejemplo, de formarse en alguna de las buenas academias de cocina francesas, estudió comercio internacional en París y viajó luego a los Estados Unidos, donde se puso al mando del legendario chef de San Francisco Jeremiah Tower. Tras varias temporadas en algunos de los mejores restaurantes de la ciudad, volvió a elegir el camino más complicado y se marchó a Indonesia para convertirse en la primera mujer del país en funciones de chef ejecutivo, en este caso en el Hotel InterContinental de Yakarta.
En su regreso a USA pasó casi una década en el sur de California antes de establecerse en San Francisco, donde después de dirigir la cocina de Luce, abrió su propio restaurante,
Crenn Atelier, en 2011.
En homenaje a su difunto padre, el restaurante se inspira en su estudio personal, con un importante protagonismo del arte. Menús escritos como poemas, la cocina de Dominique, moderna, imaginativa, muestra un lado creativo profundamente personal, siguiendo su particular visión de la gastronomía francesa. Claramente locales, estacionales y sostenibles, sus artísticos menús degustación hablan de lugares y reivindican la memoria, proponiendo un viaje emocional a través de sabores, texturas y aromas.
El año pasado abrió un segundo restaurante llamado Petit Crenn. Inspirado por la cocina casera de su madre y su abuela, el Petit Crenn es un espacio acogedor de ambiente familiar, con trato preferencial a verduras y productos del mar.
Precisamente este equilibrio entre alta cocina y cocina popular de la memoria que ha sabido mantener Dominique haya podido ser uno de sus grandes avales para ser considerada la mejor cocinera del mundo en esta edición de 2016.